domingo, 25 de febrero de 2007

Encuadre



Existe una gran cantidad de explicaciones aparentemente razonables acerca de por qué no es posible un desarme nuclear completo. Pero la única explicación real es la siguiente: ni siquiera lo está intentando nadie.

En este proceso de mundialización acelerada que estamos viviendo y en un momento no muy lejano, los seres humanos tomaremos conciencia de que es posible y necesaria la convivencia pacífica y solidaria entre los pueblos, y dejaremos atrás la eliminación de unos a otros.

Consideramos que ha llegado la hora de ponernos en marcha de forma manifiesta en esa dirección para acabar con ese lastre que represe
ntan las guerras y que arrastramos desde el principio de los tiempos. Para la especie humana esto significará dar un paso decisivo que le permitirá salir de su prehistoria y entrar en la historia verdadera y cálidamente humana.

Las sociedades en que vivimos son fundamentalmente violentas porque los grupos de poder que las gobiernan se sustentan en valores discriminatorios y antihumanistas para dominar a los pueblos. Así, la repercusión de este sistema violento en la escala de lo cotidiano se manifiesta en un aumento creciente de la violencia en todas sus formas, no sólo la física, sino también la racial, religiosa, económica y sexual.
Crecientes tensiones a nivel global están alimentando un rearme cada vez mayor y aumentan la probabilidad de un desastre nuclear. Desde hace pocos meses se han formado bloques nucleares: Estados Unidos y los países europeos por un lado, Rusia y China por el otro.

Es cierto que nuestro mundo está en serios problemas. Pero es cierto también que somos muchos los que anhelamos y buscamos nuevas respuestas y nuevos caminos. En numerosos países y regiones existe gente que, como nosotros, ansía una nueva vía, ya que intuye que los métodos de análisis y las formas de lucha clásicos no les sirven. Todos los luchadores sociales de distintas generaciones, que se atreven a dejar atrás antiguos moldes, queremos encontrarnos y construir juntos un nuevo proyecto de transformación social.


Somos muchos los que hemos llegado al convencimiento de que ese mundo con que soñamos, esa sociedad por la que luchamos, no la podemos construir solos.
El mundo al que aspiramos no será de una sola organización, no será de un solo color. Esto no lo hace nadie aisladamente.

Hoy necesitamos encontrarnos todos los que mantenemos esa misma inquietud, encontrarnos y construir puentes sobre lo que nos une, sobre lo bueno de cada organización, crear confianza sobre la experiencia del trabajo común sin que nadie pierda su identidad y sin que nadie pretenda absorber o hacer desaparecer a nadie.

Todos y cada uno somos importantes y la convergencia de la diversidad en la acción conjunta representa mucho más que la suma o amalgama de intereses e intenciones comunes, representa un nuevo espíritu revolucionario, el que necesita esta época: la revolución de la gente común que aspira a construir un mundo más justo, más humano y sin violencia.

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